Pandemia, crisis económica y estrés han agravado agotamiento mental en muchas personas

Todos hemos tenido un mal día, alguna vez. Son momentos en los que nos sentimos agotados o desmotivado, sin fuerzas ni ganas de ponernos en marcha y desarrollar nuestras actividades, sobre todo cuando las circunstancias son difíciles o después de sufrir mucho estrés. Son situaciones esporádicas pero normales.

Sin embargo, esta sensación ha pasado de ser la excepción para convertirse en la regla, para muchas personas. El agotamiento mental se ha generalizado en parte de la población, y en algunos casos se vuelto crónico, a partir de la pandemia, la crisis económica, la guerra y sus derivados.

El “agotamiento o cansancio mental” es una expresión coloquial para referirse a la sensación de fatiga o hastío que podemos experimentar ante situaciones con escasa presencia de cambios o en las que predomina un tipo de información, según Ana Gómez de Escauriaza, psicóloga y neuropsicóloga de la Clínica López Ibor (CLI).

Para Gómez “seguramente todos hemos experimentado situaciones y temporadas en las que un acontecimiento reseñable ha dominado las portadas de los medios de comunicación, y de las conversaciones en casa y en el trabajo”.

Cuando esta condición se prolonga en el tiempo nos puede generar esa sensación de denominado ‘cansancio o agotamiento mental’”, explica a EFE, la experta de CLI (https://www.lopezibor.com).

Destaca que la presencia prolongada de la misma información en nuestro cerebro genera un estado de habituación (respuesta cada vez menos intensa ante el mismo estímulo), en el que “bajamos la guardia, empezamos a funcionar bajo automatismos y no prestamos tanta atención a lo que acontece”.

Además, dado que el cerebro no puede estar expuesto a situaciones de intenso malestar durante largos periodos, se ponen en marcha mecanismos de adaptación, con los que se normaliza o minimiza la importancia de lo que acontece o bien nos distanciamos emocionalmente de ello para no sufrir, señala.

Estos mecanismos de defensa resultan “adaptativos” a corto plazo, pero si duran mucho tiempo pueden tener grandes repercusiones en nuestro estado emocional, según Gómez.

La ausencia o escasez de estímulos y situaciones novedosas, en periodos prolongados de estancamiento, hacen que nuestro cerebro no experimente satisfacción ni gratificación, provocando desde aplanamiento afectivo y dejadez, hasta falta de motivación e iniciativa.

Si esta condición se prolonga, puede derivar en un episodio depresivo o un trastorno de ansiedad entre otros.

Señala que para salir de estos estados debemos efectuar una serie de cambios, en nuestra forma de pensar, sentir y relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, los cuales no son fáciles de realizar por cuenta propia, por lo que es recomendable acudir a un psicólogo que nos pueda ayudar a establecer esos cambios.

Sin embargo, algunas medidas de autoayuda pueden facilitar el camino y llevar cierto alivio a la situación. Para reducir el agotamiento mental en aquellas situaciones en las que confluyen varios factores que nos agotan o cansan mentalmente, la psicóloga Ana Gómez de Escauriaza sugiere…

Fuente: La Voz de Michoacán